Idilios
Píndaro
Introducción:
Los dos gemelos o Dioscuros acaban de escapar con las prometidas de sus primos y éstos les hacen frente. Sin embargo, en la versión de Píndaro, gracias a la intervención de Zeus, no muere ninguno de los Dioscuros.
Cástor y Pólux habían raptado a las dos hijas de Leucipo cuando estaban a punto de casarse. Las habían subido en su carro que conducían a toda prisa.
Les perseguían los prometidos, Linceo e Idas hijos de Afareo. Al llegar precisamente a la tumba de Afareo, los cuatro saltaron de los carros armados con sus lanzas y sus curvos escudos dispuestos a pelear.
— ¿Por qué esgrimís vuestras espadas? ¿Cuál es la causa de que queráis luchar por nuestras prometidas? Hace tiempo que Leucipo comprometió a sus hijas con nosotros por medio de un juramento. Ahora vosotros nos las habéis robado en el último momento regalando a su padre vacas y mulos. No es leal entre amigos y parientes, ni honroso ni propio de nobles pretender las novias de otros.
Hay en Grecia infinitas jóvenes casaderas que son tan bellas y prudentes como estas mujeres. Seguro que muchos padres os las entregarán gustosos conociendo vuestra fama de héroes valerosos. Nosotros mismos nos comprometemos a ayudaros a buscar unas doncellas adecuadas.
Pero parece que no queréis escucharme y que mis palabras se las lleva el viento. De todos modos os propongo lo siguiente ya que os empeñáis en que corra la sangre. Somos primos y no queremos que nuestros padres ni nuestros parientes comunes sufran más de lo preciso. Que los mayores de ambos, Polideuces e Idas, se abstengan de luchar y que se enfrenten sólo los menores, esto es, Cástor y yo. De este modo, sobrevivirán seguro uno de cada casa y se casaran con las dos jóvenes. Será un mal menor que se atenuará con unas alegres bodas.
Los cuatro aceptaron la proposición de Linceo. Los dos mayores de cada pareja, para demostrar que no pelearían, se despojaron de sus armas y las pusieron en el suelo.
La lucha de Linceo y Cástor estuvo muy igualada desde el principio. Los dos rompieron sus lanzas en el escudo del otro y tuvieron que sacar las espadas. Se golpearon mutuamente los escudos y los cascos con muchísima fuerza. Hasta que Cástor de un tajo cortó a Linceo los dedos con los que empuñaba su arma.
Linceo salió corriendo hacia su hermano Idas. Éste se había recostado sobre la tumba de su padre. Pero antes de que llegara, Cástor clavó su espada en el cuello de Linceo. Idas, que vio caer muerto a su hermano, cogió la lápida de la tumba de su padre para tirarla sobre Cástor. Sin embargo, Zeus, padre de Cástor, disparó un rayo que fulminó a Idas rompiéndose la lápida en el suelo.
Cantamos a Cástor y a Polideuces, los dos hijos varones de Leda y de Zeus que protegen a los marineros. Son ellos los que salvan a los barcos que en medio del mar son juguetes de los huracanes. Aparecen en los momentos peores de las tormentas, en medio de la lluvia y de la oscuridad de la noche, cuando parece que las olas van a quebrar el casco y a desarbolar las velas y los aparejos.
Pero antes de que los barcos se hundan en el abismo profundo del mar, los Gemelos los salvan librando a los marineros de una muerte cierta. Cesa entonces la tormenta y las nubes dejan ver las estrellas en un cielo claro. Brillan entonces las Osas y el Pesebre en medio de los Asnos, los cuales con su débil luz anuncian una navegación tranquila.
Fastos
Publio Ovidio Nasón
Introducción:
La versión de Ovidio responde a la leyenda tradicional. Cástor, el hermano mortal, muere a manos de su primo. Pólux, que también muere, ruega a Zeus que comparta su inmortalidad en el Olimpo entre los dos.
Linceo mató a Cástor atravesándole el pecho con la espada. Pólux mató a su vez a Linceo de un tajo en el cuello. Idas fue a matar con su espada a Pólux, pero un rayo de Júpiter lo fulminó. Aún así, el dios no logró parar el golpe y Pólux también falleció.
Las puertas del cielo se abrieron para el inmortal Pólux, hijo de Júpiter, mientras que su hermano se dirigía al inframundo. Pero Pólux no quiso entrar en el cielo.
— Padre mío, te ruego que repartas el cielo entre nosotros dos. La mitad del cielo será para mí de este modo mejor que entero.
Zeus se lo concedió. Desde entonces ambos alternan temporalmente su morada en el Olimpo y en el inframundo.