Argonáuticas
Apolonio de Rodas
Introducción:
Medea ha traicionado a su padre, el rey Eetes, ayudando a Jasón a superar una serie de peligrosas pruebas. Por eso corre a la nave Argo para que Jasón cumpla su palabra de casarse con ella.
A continuación los Argonautas se dirigen hasta donde se encuentra el vellocino de oro (la piel del carnero volador) y, con las indicaciones de Medea, Jasón lo roba.
— ¡Salvadme, tripulantes de la nave Argo! —suplicó de rodillas Medea— Huyamos antes de que mi padre Eetes dé la alarma y venga con sus jinetes a detenernos. Os prometo que os ayudaré a conseguir el Vellocino de oro adormeciendo a la serpiente que lo custodia, pero primero, Jasón, jura ante los dioses y ante tus compañeros que te casarás conmigo. Yo por ti estoy abandonando sin honra a mi patria y a mi familia.
Jasón levantó a Medea y le limpió las lágrimas. Tomando su mano derecha, proclamó:
— Juro solemnemente ante Zeus y su mujer Hera que serás mi esposa cuando lleguemos a mi casa en Grecia.
Jasón y Medea descendieron de la nave. Caminaron hasta ver, en medio de un bosque, el roble sobre el que estaba el vellocino de oro, la piel dorada del carnero a la que el país debía su prosperidad. Los primeros rayos del sol hacían que refulgiese. Custodiaba el vellocino una monstruosa serpiente cuyos anillos se enroscaban y se desenroscaban de forma semejante a las volutas y espirales del humo de un fuego.
La serpiente se percató de la presencia de Jasón y Medea y emitió un silbido tan fuerte y penetrante que hizo que los niños de comarcas muy lejanas se despertaran y llorasen asustados en brazos de sus madres.
Medea con paso firme se encaminó hacia la serpiente. Invocó al Sueño para que la durmiera y pidió a la diosa nocturna del inframundo que el efecto del encantamiento fuera rápido. Jasón, asustado, iba detrás de ella.
La serpiente, aunque adormecida, levantaba su cabeza dispuesta a apresar a la pareja entre sus poderosas mandíbulas. Medea, confiada en su poder, cantó un himno mágico. Con una rama de enebro impregnada de un filtro mágico empapó los ojos del monstruo. Sólo cuando la serpiente quedó completamente dormida, Jasón se atrevió a acercarse al árbol y coger el Vellocino de oro.
Juntos emprendieron el regreso a través del oscuro bosque. Jasón, eufórico, portaba bien sujeto el pesado vellocino, pues era de oro completamente, temiendo que algún dios aprovechara para quitárselo.
Arribaron a la nave cuando clareaba la mañana. El vellocino de oro resplandecía semejante al rayo de Zeus ante los ojos asombrados de los héroes. Jasón lo cubrió con un manto. Después condujo a Medea a proa.
— ¡Queridos amigos, volvemos a nuestra patria! Cuando desembarquemos, me casaré con Medea, sin la cual no habríamos tenido éxito en nuestra empresa. Empuñad los remos y bogad con brío para que no nos alcancen los navíos del rey Eetes. Pensad en nuestra querida patria libre de la opresión, en nuestras familias y en la gloria que hemos alcanzado.
Los héroes respondieron con un grito de entusiasmo. Jasón, preparándose para la batalla, se vistió su armadura.