La luna es sólo la luna,
y no se parece a nada.
No vale buscarle imágenes,
ni tropos ni semejanzas.
Yo acaricié aquella noche
las breves manos doradas,
las que ni desear pude,
las manos nunca soñadas.
En el río de arco-iris
coreaban mil cascadas.
No eran laderas fluidas
de cordilleras de agua;
no eran tampoco caderas
de las náyades más cándidas.
No eran de piedra ni carne
sino de cosa más clara,
que sigue siendo lo que es
aunque sea destrozada.
Eran un poco de música
única e inesperada,
Sus manos eran sus manos,
en las mías anidadas.
La luna era incomparable,
redonda, contenta y alta.
¡Quién me volviera esa noche,
aunque muriera mañana!
La luna es sólo la luna,
y no se parece a nada.
Mauricio Bacarisse
Imagen: gozARTE.net